Los rituales, costumbres y hábitos tradicionales muchas veces tienen orígenes sorprendentes y desconocidos. En Semana Santa se llenan las pastelerías de torrijas, pestiños y huevos de Pascua, aunque estos últimos no son solo propios de nuestro país, sino que se encuentran en casi todo el mundo en estas fechas, y, a diferencia de los dulces mencionados, los huevos se regalan, lo cual tiene que ver con una simbología muy particular.
Por un lado, la estación de la primavera es tiempo de floración, representa el fin del letargo invernal: una explosión de color en la naturaleza. Por otro, el huevo es símbolo de fecundidad en culturas paganas anteriores al cristianismo por su forma redondeada y por el hecho de contener vida en su interior. Se entiende que el huevo, al igual que la primavera, representa la renovación.
Además, durante las semanas de Cuaresma se comían menos huevos por prescripción de la Iglesia, que los consideraba equivalentes a la carne. Así que, aunque las gallinas producían igual, los huevos no formaban parte del menú los cuarenta días anteriores a Pascua, con lo que se cocían y se guardaban. Al llegar el fin de la Cuaresma, era costumbre regalar los que no se habían consumido el mismo domingo de Resurrección (otra vez el huevo como símbolo de reinicio, de fertilidad) y en muchos casos pintados con motivos decorativos. Hay quien asocia la costumbre de pintar los huevos con la intención de reflejar ese despertar a la vida que ocurre en la naturaleza en primavera. Pero lo más seguro es que obedezca a una razón más prosaica: se pintaban para distinguir los huevos cocidos de los frescos. La asociación simbólica huevo – primavera – Pascua parece clara.
A finales del siglo XVIII entra en escena el chocolate, cuya elaboración en presentaciones más elaboradas empezó a ser común en ese momento gracias a los avances en pastelería. Es entonces cuando los huevos se vacían y se rellenan de chocolate. Conservan la forma pero se convierten – quizá porque son regalos – en dulces creaciones con el preciado ingrediente. Con el tiempo se incorporan otras formas en las que el conejo también aparece representado con frecuencia, dada su asociación con la Pascua. Las monas de Pascua, propias de Cataluña y Valencia, aunque extendidas en el resto de España, incorporan tradicionalmente estos huevos.
Toda la repostería, monas y otros platos típicos de Semana Santa están disponibles en Monte Pinos Selección www.montepinoseleccion.com