Hoy nos dirigimos principalmente a los intolerantes a la lactosa, ya que cada vez son más. Esta alergia provoca síntomas negativos tras la ingesta de productos que contienen lactosa, el azúcar de la leche, y se puede nacer con ella o ir adquiriendo a lo largo de los años de manera gradual. Los que la sufren deben dejar de tomar alimentos que la contengan, y aquí viene lo duro, ya que gran parte de lo que comemos a diario contiene lactosa.

Aunque la leche y la lactosa no son nutrientes vitales, hemos crecido con ellas, al menos en nuestra cultura y en muchas alrededor del mundo: la leche, los yogures… ¡el queso! Ya no es por necesidad si no por el placer de disfrutar de un batido, un postre, una pizza, y mil caprichos más que si eres intolerante no te puedes permitir. Cada vez existen más marcas que disponen de productos aptos para aquellos que no pueden tomar este componente de la leche, pero a veces se echa de menos un queso auténtico, aunque sea un trozo de esos con un olor intenso e irresistible.

En cuanto al queso, además de haber modificado muchos de los procesados eliminando la lactosa para que los pueda tomar cualquiera, lo que a lo mejor no sabíais es que existen algunos tipos que directamente no la contienen.

  • Fermentados o curados: estos son los más seguros para las personas que no toleran la lactosa. Los quesos curados necesitan un tiempo de maduración prolongado, que si dura más de un año, hace que pierdan la lactosa. Si sois intolerantes a la lactosa pero vuestro organismo sí que soporta la caseína, podéis comer estos quesos. Buenos ejemplos son el manchego viejo, el gouda, el parmesano, el emmental o el gruyere.
  • Semi-curados y tiernos: se trata de quesos que pueden contener trazas de lactosa pero, si no sois muy sensibles podréis degustarlos en pequeñas cantidades, por ejemplo el brie y el camembert. Además, es un hecho que cuanta más grasa contienen, menor cantidad de lactosa.
  • Frescos: por último, los quesos frescos, son de los que menos lactosa contienen, hasta 3g por cada 100g de producto. Por tanto, el burgos, el feta o la mozzarella, sin abusar de ellos y mirando siempre la etiqueta, no son perjudiciales si no se es muy sensible.

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