Atrás quedaron los tiempos en que el vino blanco era considerado “peor” que el tinto. En aperitivos, reuniones sociales o como copa de tarde, el vino blanco se ha convertido en una opción cada vez más frecuente junto a cervezas artesanas y cócteles. 

A principios de 2016 ya se apuntaba como una de las tendencias del sector el crecimiento del consumo de vinos blancos en España, algo fácilmente detectable en cualquier bar o restaurante de los muchos que hay en nuestro país.

Tradicionalmente considerado un vino “menor”, frente a la riqueza y diversidad de los tintos, el blanco de mesa estaba asociado solamente a los platos de pescado o marisco, algunos arroces y verduras. También era frecuente encontrarlo como un ingrediente más de muchos platos de la gastronomía española. Quizá por eso su consumo se consideraba más propio de las mujeres, que supuestamente demandaban vinos más suaves y menos complejos que los hombres, a los que en teoría les gustaban los tintos con carácter: reservas y crianzas.

Prejuicios que el siglo XXI ha desmontado, afortunadamente. Hoy por hoy el vino blanco no sólo no es percibido como un vino de menor categoría, sino que ha encontrado su hueco fuera de las mesas de restaurantes y hogares para instalarse cómodamente en la muy española costumbre del aperitivo, o en el más moderno concepto del “afterwork”, y por supuesto, lo consumen tanto hombres como mujeres.

Hay varias razones de este aumento: la primera es el auge de la preocupación por lo saludable: el vino blanco tiene menor graduación que el tinto y, por tanto, menos calorías. Como la cerveza, se consume frío, por lo que es igualmente refrescante, pero carece de gas, lo que lo hace más digestivo.

Otra de las razones es la mayor diversidad en la oferta de vinos blancos españoles. A los exquisitos albariños se han sumado los sofisticados blancos catalanes, aunque la estrella en las copas de tarde es para los verdejos castellanos, a los que Rioja intenta hacer frente aumentando su catálogo.

Capítulo aparte merecen los blancos jóvenes: frescos, ligeros y frutales, ocupan la hora del aperitivo para abrir el paladar a sabores más elaborados y se han popularizado variedades locales como el txakoli, el ribeiro o el fino.

Es falso que un vino blanco no alcance la complejidad y riqueza de un tinto, y mucho menos los blancos españoles. Florales o frutales, delicados o golosos, pero todos con personalidad propia, existe un auténtico universo de vinos blancos por descubrir, todos a vuestra alcance en Monte Pinos Selección, cuyos expertos profesionales orientan y aconsejan en la compra teniendo en cuenta gustos y preferencias de cada cliente.

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